A mi abuela
Como bien sabéis por la publicación de Instagram, el tema
de este domingo es mi abuela y, por qué no, los abuelos en general. Yo tengo la
suerte de tener a mis dos abuelas y, aunque con cada una la relación es
distinta, es innegable la sabiduría que derrochan. Para mí son ejemplo de cómo
vivir, de fortaleza y de amor. A veces me pongo catastrofista (o realista) pues
morirán más pronto que tarde. Y no me asusta pensarlo, pero sí me entristece y
más me implico en no perderme ni un segundo de la vida que compartamos
juntas.
Mi
abuela Remedios es con la que he pasado más tiempo y con la que hablo todos y
cada uno de los días. Cada año que pasa en una oportunidad para seguir
disfrutándola y hacerla feliz. Yo creo que no existe amor más puro que el que
ella me tiene. Ni siquiera el de mi madre. El amor de las abuelas traspasa unas
fronteras que el ser humano no alcanza.
Últimamente
estoy más sensible y he sentido la necesidad de crearle un espacio en este mi
blog (que ella apoya por supuesto, aunque no lo pueda leer y yo se lo lea). Sin
enrollarme mucho más, doy paso al relato.
Posible título: A mi abuela
―Besitos.
Te quiero, guapa.
―Buenas
noches, cielo. Qué bonita eres para los ojos de tu abuela. Aunque no ven mucho,
pero a ti te veo muy bien. Eres preciosa. Un abrazo muy grande cariño. Cuídate
mucho. Que descanses.
―Que
tengas un buen día, cielo. Pásalo bien y cuídate mucho. Te quiero. Te quiero
más que a mi vida.
―Cariño,
un besito muy grande. Cuídate mucho. Te quiero.
―Hola
guapísima. Cuídate mucho y mañana hablamos. Te quiero, preciosa.
―Te
amo preciosa. T-E A-M-O que no es lo mismo que te quiero. Aunque también te
quiero. Un abrazo enorme preciosa. Descansa y cuídate mucho. Besos de tu
abuela.
Las
ondas que desplazan la voz artificial de mi abuela se ondean hasta mis
auriculares y aterrizan en mis oídos bajo la ilusión quebrantadora de que
esta pesadilla, sea una mentira. Las palabras resuenan en mi mente como si
estuviera ahí, plantada a mi vera, diciéndomelas ella misma. Los ojos se me empapan inevitablemente cubriéndome el rostro de dolor. La echo tanto en falta...
El
día que la enterramos también quedaron sepultados los mensajes en los que
alguien me decía lo mucho que me quería o se preocupaba por que comiera bien o por
que no enfermara. «Cuídate, cuídate mucho». Eso intento, abuela. Más por
ti que por mí. Por no defraudarte. Por que me mires desde el cielo y no dejes
de quererme.
Me
dijo por activa y por pasiva que no llorara, que bailara la vida y siguiera
adelante. Que no quería verme triste. Ojalá me perdone por fallar a sus
reclamos. ¿Cómo lo hago? ¿Cómo se deja de sufrir? Me reduzco a la nada sin
ella. Era mi motor y, sin energía, ¿qué hago aquí? ¿Dónde se recupera lo que ya
no volverá? ¿Acaso tiene sentido lo que digo? ¿Por qué, abuela? ¿Por qué?
Tendrías que haber sido eterna.
La
muerte ha venido a verme. Me ha dicho que no entiende el porqué de mi
insistencia en encontrarme con ella. No es mi momento, me dice. Yo le he
explicado que necesito desahogarme con alguien que conozca la desolación tan profunda que se experimenta en el alma cuando hace sucumbir a sus elegidos. Mas el
verdadero motivo es el de acabar con ella para vengar la defunción de mi
abuela. Sin embargo, cuando la he tenido frente a frente, no he podido evitar
sentir compasión. ¿Cuál es mi juicio sino el de un corazón roto que no es capaz de procesar lo sucedido? ¿Qué culpa tiene ella si solo cumple son su deber?
Al
irse sin revelarme cuándo será mi momento, he reproducido de nuevo la voz de mi
abuela. Necesito escucharla para saber que, aunque su cuerpo no esté conmigo, su amor siempre viviría dentro de mí. Nada, nunca, se parecerá al
amor de mi abuela y eso no me lo puede quitar nadie. Ni Anubis, ni Hades, ni
Whiro, ni Yama, ni la de la guadaña ―como la llamaba ella―, en todas sus
pieles, ajusticiará el fin de la unión que cupido llevó a cabo cuando atravesó nuestro
corazón el día que nací.
Aunque la vida no sea la misma desde que se fue, ahora tengo la oportunidad de homenajear que he tenido la mejor abuela del mundo y, allá donde camino, la llevo siempre conmigo. Quizá mi abuela no haya muerto realmente. ¿Qué es la muerte sino la ausencia de un cuerpo nada más? ¿Esto me consuela? Tal vez sí. ¿Qué es la muerte sino el olvido? Y yo, a mi abuela, no la olvidaré jamás. Transformaré las lágrimas en fuertes raíces y plantaré un árbol en su honor. Crearé una nueva vida junto a su recuerdo y seguiré adelante.
Abuela, te amo.
Escrito con tomo mi corazón y todo mi cariño, para vosotros (para mi abuela), Claudia Tevar Crespillo.
¡Espero vuestros títulos! Además, si os ha inspirado a escribir algo relacionado, o no, ¡ponedlo en los comentarios! ¿Tenéis la suerte de tener a vuestros abuelos? Y, aunque no estén con vosotros, ¿cómo los recordáis? ¿Qué papel han desempeñado en vuestra vida? ¡Os leo!
Nos leemos y escribimos el próximo domingo con más títulos y más historias. 💕💕💕💕
Pues aunque yo no tuve la misma suerte con los míos, me siento muy reflejado en tus reflexiones y llegué en su momento a conclusiones como las tuyas.
ResponderEliminarNo sé si me dará para aprovechar la collá de este tema pero se intentará.
Títulos se me ocurren pero en cosas así solo tú puedes ponérselo.
Pd. Sé del poder terapéutico que tiene abrirse en canal, así que no me preocupo por si estás bien o no después de esto.
😘
Antonio, muchas gracias por estar aquí y por leerme. Te como tu cara!!!
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