Yo solo quería estar con mi mamá

Como bien sabéis por la publicación de Instagram, el tema de este domingo es la infancia (por ponerle una palabra). Sin embargo, este relato abarca todos mis miedos acerca del futuro de los más pequeños y la visión que tengo de los infantes. De su vulnerabilidad, de su inocencia y de su sabiduría. 

Un niño nace programado para quererse a sí mismo, para vivir en libertad (con todos los riesgos que ellos conlleva), para no cargar con la mochila de nadie. Viene al mundo por pura aleatoriedad del universo y no merece caer en las manos equivocadas. Sin embargo, pasa y pasará siempre que la sonrisa genuina del alma más pura, que es la de ellos, se apaga por culpa de la mierda que les rodea. Y, cuando se hacen mayores, les toca deshacerse de la contaminación que les ha impregnado a lo largo de los años. 

Me llenaré la boca de decir que los pequeños no son malos, que no tienen la culpa de nada y que son lo más bonito que le puede pasar a la tierra. Lo he visto con mis propios ojos. Ellos nacen sin prejuicios, sin dolencias inventadas por esta sociedad. Pero es con el paso del tiempo cuando van adquiriendo información de aquí y de allí y, entonces, van dejando atrás la paz intrínseca que traían con ellos al vivir libres de fardos. Empiezan los miedos, las inseguridades, las batallas internas. Y, si el entorno que les rodea es nocivo, mucho peor. Algunos niños ya nacen víctimas y a eso no hay derecho. Algunos logran salir del pozo en el que les metieron, otros no. Y cuando son mayores, ya no hay excusa. Tienen que hacerse responsables de sí mismos. 

No me gusta cuando la gente mira con animadversión a los pequeños, como si estorbaran. ¿Qué coño pasa? Son niños. Los niños lloran, corren, ríen y todo lo hacen muy fuerte porque es su naturaleza y eso no se puede cortar. Si se les priva de expresarse se conseguirá generar desconcierto y la idea de que tienen que reprimirse. Y, cuando uno adopta como norma no mostrar los sentimientos, se disocia de quién es y comienza a tener problemas consigo.   

A los niños hay que protegerlos. De lo contrario, que la gente se abstenga de procrear porque para traer al mundo una criatura y joderle la vida, mejor guardarse las ganas. 

Espero disculpéis mi furor con el tema, pero me toca la fibra y me entristece ver vidas destrozadas por culpa de unos padres que no han pensado la responsabilidad que supone tener un hijo. 

Escrito con todo mi corazón y todo mi cariño, para vosotros, Claudia Tevar Crespillo. Ojalá os guste. 

¡Espero vuestros títulos! Además, si os ha inspirado a escribir algo relacionado, o no, ¡ponedlo en los comentarios! ¡Os leo!

Nos leemos y escribimos el próximo domingo con más títulos y más historias. Gracias❤️ 


Posible título: Yo solo quería estar con mi mamá

La vida en el campo me gusta. Bueno, pensándolo bien no conozco otra cosa. Pero, a pesar de todo, este es mi hogar y no lo cambiaría por nada. Ahora es primavera. El ambiente está lleno de color. El paisaje que veo a través de la ventana de mi cuarto es un arcoíris constante. Las flores son preciosas. Los días más largos y la temperatura me permite bañarme en el río sin morir de hipotermia al salir. 

Cuando llega esta estación, mi madre se frota las manos triunfantes porque sabe que ha llegado el momento, su momento, de organizar esas barbacoas que tanto le gustan. Hoy es la primera. Ha invitado a sus amigos, unos tipos bastante raros, todos lánguidos y desaliñados, que hablan muy fuerte y visten de negro aunque haga 20 grados afuera. Desde el salón puedo ver el jolgorio que forman. Parece una celebración más que una reunión de amigos. Todos beben cerveza. Incluida mi madre. Sé lo que es porque lo pone en la lata y, para ser sincera, no soy tonta. Sé que eso que toman les hace reír y hablar raro. Pero, al menos, parecen felices. 

A mí no me ha invitado. Me ha dicho que me quede en casa y que no salga. Que la barbacoa es solo para adultos. De lo contrario, me castigaría. Siempre hace lo mismo, así que la he escuchado pasivamente sumida en mis pensamientos. Con el ruido de fondo de esos cuerpos desinhibidos, he sacado la cabeza por la ventana del salón y me he refugiado en el amor que me brinda la naturaleza. Las margaritas que coronan esa parte de la casa me susurran que esté tranquila, que no soy un estorbo y que mi madre me quiere. 

Me pongo triste porque a mí me gustaría que me lo dijera ella y no las flores. Pero, como parece que no me queda otra, intento creerlas y cojo un puñado para cuando necesite cerciorarme de que mi madre me quiere más a mí que al contenido líquido que rellena el aluminio. 

Está anocheciendo y ellos siguen ahí, de fiesta. Han puesto música y me molesta porque ya mismo es la hora de irme a la cama. Mi madre lo sabe. O, al menos, debería. Espero que les quede poco. Ya es de noche y no se callan. Si desobedezco y salgo, me va a regañar, pero necesito dormir. No sé qué hacer. No quiero que se enfade. Decido ir en su búsqueda. A lo mejor no se ha dado cuenta. «No estoy haciendo nada malo», me convenzo en voz bajita mientras camino hacia ella. En cuanto me ve, se le cambia el semblante. Esa sonrisa desencajada que le ocupaba la boca se torna en unos labios apretados y un ceño fruncido que asusta hasta a las bestias más salvajes. Viene en mi dirección con paso firme aunque irregular, se agacha y se pone muy cerca de mi cara. Empieza a gritarme. Que qué hago ahí, que vuelva a la casa, que soy una desobediente, que quién me creo para hacer lo que me dé la gana y un millón de cosas más que me hicieron llorar ipso facto. Yo solo quería decirle que tenía sueño. Que volviera a casa y me leyera un cuento. Solo eso. 

Desando mis pasos a toda prisa y me escondo debajo de las sábanas de mi cama en busca de amparo. Entonces me acuerdo de las margaritas. Las saco del bolsillo de mi pantalón. Están arrugadas y medio rotas. Esto me entristece aún más. Las miro con las lágrimas aún resbalándome por las mejillas y, con los ojos borrosos y las manos temblorosas, les arranco los pétalos uno a uno susurrando: «me quiere, no me quiere». 









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Comentarios

  1. No me voy a enrollar esta vez para decirte lo mismo que te he dicho las últimas semanas. Mi sensación al terminar el relato se resume en "estás on fire". De verdad, ese final escondidito hasta el último momento para darnos a todos en las costillas, para enmarcar.

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    1. Jajaja me gusta eso de "on fire", Antonio. Muchas gracias por tus palabras. No sabes cuánto me alegra que te haya gustado y hayas conectado con el final.

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  2. Tienes un don innato para transmitir sentimientos a través de tus palabras, te lo he dicho varias veces, y eso es lo que consigue un auténtico escritor, me has hecho percibir esa fragilidad y esa penita como si volviera a tener 4 años en mis propias carnes, bravo.

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    1. Señorita, pare que me sonrojo. Qué alegría tenerte por aquí. Como le he comentado a Antonio, me pone muy contenta poder llegar a vosotros los que me leéis. Muchísimas gracias querida Alison.

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  3. Expectante del mundo18 de junio de 2024, 12:39

    “El hombre es bueno por naturaleza” dijo Rousseau y que la sociedad es quien lo corrompe. Sin embargo, ¿podemos quitarnos “la culpa” cuando estamos destrozando o corrompiendo la vida de otro ser?
    Dedicándome a la docencia he “visto”, o mejor dicho “vivido” por mi empatía, un montón de situaciones familiares donde los niños y niñas son olvidados o en lo último que se piensa. Divorcios, drogas, alcohol, malos métodos de crianza y educación, omisión de sus derechos universales… todo esto y sin entrar en el “melón” de los abusos infantiles, donde mi comentario, acorde a mi pensamiento, es bastante extremista.
    Quizás es un poco cruel el comentario pero no todo el mundo está preparado para ejercer de progenitores, porque no saben que tener descendencia te cambia totalmente la vida.
    No sé si lo seré en algún momento de mi vida, pero al estar en contacto constante con ellos tanto laboral como familiar, sé cuanto puede influir nuestras conductas y comportamientos a los menores.

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  4. Totalmente de acuerdo contigo, expectante del mundo. No me imagino cuántas situaciones has tenido que ver a lo largo de los años dedicándote a la docencia. Queda mucho camino por recorrer y los niños no se pueden quedar en el olvido como algo que estorba porque de ellos depende el futuro. ¡El papel de los profesores también es importante! ¡Qué bueno que tengas tanta conciencia sobre ellos! En realidad, todo, absolutamente, todo es importante. No vamos a cambiar el mundo, pero si al menos podemos crear pequeñitos cambios, merecerá la pena (:

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