Pide un deseo
Como bien sabéis por la publicación de Instagram, el relato de este domingo está inspirado en una pareja que vi un día mientras me comía un helado en la heladería Inma. Ellos estaban sentados delante mía y me fue inevitable no mirarles. Lo de la pestaña sucedió y me pareció una escena tierna, estimulante. Así que me guardé el recuerdo en la cabeza para usarlo más tarde y escribir algo. He aquí el resultado.
Escrito con todo mi corazón y todo mi cariño, para vosotros, Claudia Tevar Crespillo. Ojalá os guste.
¡Espero vuestros títulos! Además, si os ha inspirado a escribir algo relacionado, o no, ¡ponedlo en los comentarios! ¡Os leo!
Nos leemos y escribimos el próximo domingo con más títulos y más historias. Gracias❤️
Posible título: Pide un deseo
―¡No te muevas! ―le
ordenó acercándole el dedo índice a la ojera sobre la que yacía una pestaña
hastiada de tantas capas de rímel―. Pide un deseo ―le dijo con ilusión
mostrándole la víctima.
―¡Ay! Pero que tú haces
metiéndome el dedo en el ojo. ¡Malparío! Estás loco.
―¡Que no! Que cuando se
cae una pestaña hay que soplar y tu deseo se cumple.
―¿Cómo? ¿Que una pestaña
me va a dar a mí una mansión y un balco? Eso es puro cuento,
cabrón.
―Te lo juro mi diosa.
Sopla.
―Vale… Pero no me
vuelvas a tocal la cara así o te rompo la mano de un manotazo
―le amenazó. Después, de los labios saturados de toxina botulínica y
pintalabios waterproof 24 horas de color rojo pecado, emanó un
leve aliento que hizo desaparecer la pestaña.
―¿Qué has pedido?
―En mi país los deseos
no se dicen. Que si no, no se cumplen ―sentenció.
―En el mío es igual,
pero no importa. Quiero saberlo.
―Entonces pa qué
mierda me hiciste soplal si te importaba todo un carajo.
―¡Ay! Mi reina qué
enfadosa es. Era solo un juego.
―Con los sueños no se
juega. ―Se levantó indignada con lo que acababa de suceder. Sí, era picajosa y
se tomaba a pecho todo. Si esa pestaña le iba a cumplir su sueño, no abriría la
boca jamás.
Él fue en su búsqueda y la abrazó para reconfortarla. Estaba
ofendida. No era la primera vez que sorteaba tal discusión, así que supo cómo
devolverla a su característica alegría.
―Perdona mi cielo. Está
bien. No me lo digas. ¿Vamos a bailar hoy?
El brillo de los focos de la pista en la que se visualizó
iluminó su rostro. Con los ojos abiertos de par en par y las pestañas rígidas,
contestó un sí rotundo con notas de ilusión. Llegada la noche, se prepararon
bien beatos y emperifollados para dejar a todos boquiabiertos.
Fue el baile lo que les unió. Se conocieron en un social
hacía dos años y medio. Desde entonces la música tuvo aún más sentido para
ellos. Bailaron sin parar, sudando y sin dejar de sonreír. Captaron la mirada
del resto con diferencia. La compenetración era envidiable. Unos movimientos
dignos de contorsionistas, giros y más giros y mucho, mucho ritmo.
Acabaron extasiados y volvieron a casa. Él se echó a la cama raudo. Estaba agotado del espectáculo digno del Circo del Sol que habían dado. Ella fue al baño a desmaquillarse y a hacerse su sagrado skincare. Se miró en el espejo y comprobó que durante las horas de baile la cara se había mantenido intacta. El maquillaje era superior. Se retiró las capas que le cubrían el rosto con esmero y delicadeza ―siempre se hacía una doble limpieza para que no le quedara ni una impureza―. Cuando frotó un algodón por el ojo derecho, le cayó una pestaña sobre el dedo índice. Se la quedó mirando y sonrió recordando lo sucedido hacía horas antes. Respiró profundamente y cerró los párpados. Necesitaba un momento. Entonces, sopló. Fue inevitable no pensar en su país. En su familia. Pidió que Dios les cuidara. Que no les pasara nada y pudieran llegar a España un día. Si ese sueño se iba a cumplir, no abriría la boca jamás.
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Muy bonita historia 😊. Lo que más me gusta es que los personajes sean inmigrantes. Dándole esa vuelta de tuerca me genera más interés.
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¡Muchas gracias, Antonio! Me divertí en el proceso. Cuando les vi allí sentados los cogí de conejillos de Indias jajaja.
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