Hermanas
Como bien sabéis por la publicación de Instagram (@claudiatevarcrespillo), el relato de este domingo está inspirado en mi abuela y mi tía abuela. Por poneros un poco en contexto, hace unos años a mi tía abuela le dio un ictus y, desde entonces, ha perdido mucha independencia y naufraga con los lapsus de memoria, que van en aumento. Pese a esto, pone todo su empeño en seguir adelante. Un día que fui a visitar a mi abuela. Estábamos en el salón y de repente apareció por sorpresa con la única razón de ir a ver a su hermana. Vino sola, caminando con el bastón en mano y mucha sed. No pude pasar el momento por alto, les hice fotos para recordar el día, y he aquí el resultado. Recordad que está inspirado. Todo lo que escribo es ficticio aunque algunas cosas sí hayan pasado realmente ―o no―; nunca lo sabréis :P
Escrito con todo mi corazón y todo mi cariño, para vosotros, Claudia Tevar Crespillo.
Posible título: Hermanas
Tengo 83 años. Todavía conservo la vista, que me
permite leer; y todavía conservo las articulaciones, que me permiten escribir. Mi
hermana tiene 84 años, pero ella no puede ni escribir ni leer porque ha perdido
mucha vista y, al no ver claro, tampoco es capaz de identificar si lo que coge
con las manos es un boli o un mando. Sin embargo, yo estoy más cascada; aunque me encuentre escribiendo, sentada en mi terraza, en una silla con
vistas al mar. No sé cuánto tiempo me durará la cordura, así que aprovecho para
escribir esto antes de que olvide que es mi hija la que está en el salón y que
el baño está al fondo a la izquierda.
Nunca jamás he perdido el sentido del humor. Creo que sin él no habría sabido vivir. Es lo que me ha ayudado a superar las adversidades de la vida. Con la risa se me olvidan todos los males. Es imposible reír de alegría y llorar de pena al mismo tiempo. Yo no lloro. ¿Para qué? Si Dios ha decidido que mi destino tiene que ser así, no tengo nada de lo que lamentarme. Me crie en una familia tradicional y religiosa. De todos los hermanos, yo soy la más devota. No he faltado ni un día a misa. Nunca he mentido. De blasfemar ni comento; y siempre he servido a los míos y a mi comunidad. Mi hermana mayor se mofa de mí por ello. Ella dice que le rezo a un muñeco. A decir verdad, en alguna ocasión su falta de respeto me ha suscitado rabia. Si bien, gracias a mis valores, lo he dejado pasar sin otorgarle importancia. Y, aunque lleve toda la vida aguantando su mala pipa, sus contestaciones fuera de lugar, su intransigencia y falta de empatía, la querré toda mi vida. Pues es lo que me han enseñado: a querer por encima de todas las cosas. La familia es intocable.
Hoy me levanté con energía; un hecho inaudito últimamente. De modo que aproveché la fuerza que Dios me había otorgado y decidí visitar por sorpresa a mi hermana. No quiero morirme sin que sepa todo lo que la quiero. Aun corriendo el riesgo de perderme a mitad de camino. Si mi fe me afirma que no me va a pasar nada, me voy a dirigir todas las veces que hagan falta para que no se olvide de mí. Arribé airosa y esperé verla con su perenne cara mustia. Al llegar, la que también se llevó una sorpresa fui yo. Su nieta había ido a visitarla, por lo que se encontraba acompañada vestida con una bella sonrisa.
Tengo la suerte, ahora a la vejez, de no respirar apenas cinco minutos en soledad. Supongo que la balanza se equilibra en algún momento de la vida. Después de pasarme una entera conviviendo con un maltratador que se quedó vegetal y cuidé hasta su último día; y unos hijos que renegaron de mí, ahora que me estoy muriendo, se me han arrimado. Estos sinvergüenzas lo que quieren es la herencia. Menudo chasco se van a llevar cuando se enteren de que me la estoy gastando por completo... No he podido evitar que se me haya escapado la risa. Mi hija me ha preguntado que de qué me río y yo me he limitado a explicarle que estoy escribiendo un relato erótico.
Hoy, estando en el salón las tres juntas, la nieta de mi hermana se ha dedicado a echarnos fotos. No paraba de capturar imágenes de nosotras dos con el móvil cual fotógrafa en una sesión de fotos. Pulsaba el botón incesante, en todas las direcciones y ángulos sin sentido alguno. ¿Padecerá ella también mi enfermedad? ¿Para qué tantas fotos? Se la veía feliz, eso sí. Y es un encanto de chica, así que podía hacer lo que quisiera. A veces nos miraba, atenta, como si nos estuviera estudiando. A saber lo que estaba pensando esa cabecita que tiene. Y mi hermana, por mucho que pretendiera ocultar su animosidad, porque así es ella: que si está feliz lo muestra, pero no mucho; estaba pletórica por tenerla a su lado.
Sin embargo, nunca es suficiente. Ni con su nieta ni con nadie. Mi hermana es dura como una roca; cabezota como una cabra; insolente; malhumorada; faltona… osú con mi hermana. Pero como la quiero, Dios mío. No sé amar si no es de manera incondicional. Y más si compartimos la misma madre. Ella también me quiere. Pese a que me gustaría que fuera más dulce y cariñosa, pero bueno, lo que le falta a ella ya lo pongo yo y viceversa. Aún recuerdo cómo se enrabietaba conmigo cuando le lanzaba piedrecitas en el campo para chincharla mientras me reía a carcajadas; en otra ocasión la encontré trémula, tumbada en la cama que parecía elevarse del suelo por el contagio del temblor, y yo no tuve otra cosa mejor que hacer que estamparle la almohada en la cara. Cuando me di cuenta de que verdaderamente le había pasado algo, paré. Aunque ahora no puedo dejar de reírme al recordar su cara ―ay, la pobre―; un día, también en el campo, me encontré con unas setas. Las había estudiado y sabía que no eran peligrosas. Entonces se me ocurrió montar una escena teatral. Simulé que eran venenosas y empecé a toser con estridencia y a echar espuma blanca por la boca. Cuando descubrió la verdad corrió en mi búsqueda y me propinó unas cuantas bofetadas. Razón no le faltó, la verdad. Mas lo que yo me reí no me lo quita nadie. Ella no era capaz de reírse ni de sí misma, ni por sí misma. Qué tozuda ha sido siempre, pero como la quiero, Dios mío.
Llevo más tiempo del esperado aquí. ¿Será que me he curado? Ojalá. Cuando olvido quién soy, en realidad no me doy cuenta. No obstante, cuando recobro la memoria, es como si la mente me diera un vuelco y una pequeña porción de mi conciencia supiera que algo no anda bien, pero no sabe el qué exactamente. Y me siento perdida, azorada frente a una situación que se me escapa de las manos. Necesito ir al baño. Ahora mismo sé que está al fondo a la izquierda. ¿Se me olvidará cuando me levante? ¿Y si no me levanto nunca?
¿Qué os ha parecido? ¿Qué título le pondríais vosotros? Además, si os ha inspirado a escribir algo relacionado, o no, ¡ponedlo en los comentarios! ¡Os leo!
Nos leemos y escribimos el próximo domingo con más títulos e historias. Gracias❤️
Todos los derechos reservados. La copia del texto para fines creativos/comerciales y/o concursos queda prohibida.
Otro título pudiera ser:
ResponderEliminar"Lucidez fraternal".
Me ha encantado la manera en la que enfocas esta enfermedad desde el cariño. Desde el crecimiento interno de una personita que ha pasado mucho, pero sabe que, aunque esté en esas circunstancias, siempre vuelve a su sitio a recordar, por poco que sea, aquello que le calma...
Gracias, Claudia, por esta maravilla ✨
¡Me encanta el título! Muchísimas gracias por proponerlo (:
EliminarPor otro lado, muchas gracias por tu apreciación del relato y por haberlo leído. Efectivamente, está escrito desde el cariño y el amor que le tengo a mi tía.
Para uno que no tuvo la suerte de disfrutar de sus abuelos es fácil reconocer la suerte que tú sí tienes y que como siempre haces, reflejas tan bien en lo que escribes. Es verdad que habrá cosas ficcionadas pero lo que cuentas sigue siendo real.
ResponderEliminar😘
P.D. Ahora me dxplico muchas cosas jijij.
¡Muchas gracias por tu comentario, Antonio! (:
Eliminar