Expectativas frustradas
Como bien sabéis por la publicación de Instagram (@claudiatevarcrespillo), esta entrada es parecida al estilo de la del 27 de octubre de 2024, Avión de tormentas. Dejo en vuestras manos que interpretéis y hagáis con el texto lo que os dé la gana.
Escrito con todo mi corazón y todo mi cariño, para vosotros, Claudia Tevar Crespillo.
Posible título: Expectativas frustradas
Nadar contracorriente nunca es sencillo. Agota y puede llegar incluso a matar, a aniquilar las
fuerzas, a debilitar los brazos y hundirte sin reparo hacia el fondo del mar,
hacia un fin seguro, sin aire, anegado de líquido que a veces parece
inofensivo y otras peligroso. Quizá el mar sea como la vida. Y la vida como
el mar. Quizá lo más sensato sea dejarse llevar por la marea, escucharla,
tenerla en cuenta y actuar en consecuencia. ¿Quién sino se adentra en las aguas
cuando la bandera es roja?
¿Qué sentido tendría pasarse la existencia batallando en contra de algo que no podemos cambiar? ¿Y por qué lo hacemos? ¿Por qué a veces nos resistimos a lo que no depende de nosotros? ¿Por qué nos empecinamos en llevarle la contraria a algo que es mucho más sabio que nosotros? ¿Por qué artificiamos lo que no puede ser? Si la corriente vira hacia el norte, sólo y únicamente desembocará en el norte. ¿Acaso no es suficiente con lo que ya tenemos? ¿Acaso no basta con poder bañarse? Quién más que Poseidón podría dominar las aguas. Quién más que nosotros mismos sabría cuándo meter los pies y cuándo no.
Nadar es mucho más sencillo
si sabes a dónde tienes que ir. Y no siempre hay que hacerlo. No siempre hay
que luchar. Pero sí siempre hay que mirar. Sí, mirar. Bueno, observar más bien.
Escudriñar el oleaje. Hacia qué dirección ondea, con qué fuerza, con qué frecuencia,
con qué color, con qué temperatura. Escrutar todos los detalles que nos brinda,
que tenemos en frente. Sólo hay que educar al ojo. Aprender a ver más allá de
lo aparentemente obvio.
Quizá, y sólo quizá, haya momentos en la vida en los que la mejor decisión sea rendirse. Y no en un sentido negativo. La rendición no es más que liberar tensión. Dejar atrás la frigidez del que está alerta, a la espera de una contienda que se solucionaría soltando. Soltando lo que en realidad nos ha hundido. Que a veces somos nosotros mismos. Soltar para llegar a buen puerto, aunque al principio no lo parezca. Aunque al principio dé la sensación de que, en efecto, nos sumergiremos. Pero ¿acaso alguien se ha hundido alguna vez dejando su peso en manos del ponto?
El mar no tiene parangón, pero si me pongo creativa, el mar es un camino infinito, es ir a Finisterre, es una peregrinación hacia la verdad de uno mismo, es mojarse el pelo sin reparo, es sal líquida. El mar, en esencia, es; y no necesita de nada más. La vida, en esencia, somos nosotros y el momento presente; y no necesita nada más que de nuestra presencia. De nuestro compromiso para tratarla como se merece. De darle lo que necesita aunque en ocasiones dudemos de sus intenciones. La naturaleza nunca yerra. Sólo hay que aprender a escucharla. Ella nos musita el camino. Siempre.
¿Qué os ha parecido? ¿Qué título le pondríais vosotros? Además, si os ha inspirado a escribir algo relacionado, o no, ¡ponedlo en los comentarios! ¡Os leo!
Nos leemos y escribimos el próximo domingo con más títulos e historias. Gracias❤️
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Me identifico mucho con este tipo de relatos porque es lo que yo solía escribir antes de la ficción. Estoy seguro de que te liberaste de muchos pensamientos, quizás sentimientos, cuando lo escribiste. Y tú como siempre, con pre-gun-ti-tasss.
ResponderEliminar😘
Jajajajaja PREGUNTITAS!!!! De vez en cuando me gusta rizar el rizo
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