Arena blanca
Como bien sabéis por la publicación de Instagram (@claudiatevarcrespillo), este relato nace de la propuesta de Pablo, quien nos dijo que escribiéramos a partir de un sueño que hubiéramos tenido. Como el mundo de los sueños y yo no nos llevamos (nunca recuerdo ninguno), he decidido darle la vuelta a la propuesta y convertir una realidad concreta en un sueño. No os digo más. Leedlo y ya me contáis.
Para vosotros, escrito con todo mi corazón y todo mi cariño,
Claudia Tevar Crespillo
Posible título: Arena blanca
Una mujer se encuentra en medio de un
desierto de arena blanca a pleno sol. Frunce el entrecejo. No sabe ni cómo ni
porqué ha llegado hasta ahí. Nota la garganta seca. Tanto que no es capaz de
articular palabras. Carraspea. Le duele tragar saliva. Camina. Los pies se le
hunden en la profundidad incierta de unos minerales también inciertos.
Se lleva las manos a la cabeza. Se
palpa el rostro. Desde el nacimiento del cabello le resbalan regueros de culpa
que le empapan la espalda. Saca la lengua y se lubrica los labios. De la
cavidad bucal percibe un hedor áspero: el regusto acre de lo último que
ingirió.
Continúa sin rumbo. Las dunas son
infinitas. El blanco también. En la distancia atisba lo que le parece una
pequeña bolsa de plástico. «Quizá sea comida», piensa. Ahora, con una dirección
concreta, retoma los pasos. El estómago le regurgita. Le exige alimento. La
frente le palpita. El corazón cada vez le late más pausado. Como si toda la
fuerza se concentrara en el cerebro.
El calor le cae implacable sobre el
cogote. No tiene con qué cubrirse. Está completamente desnuda. Cada vez le
cuesta más desenterrar los pies. A cada zancada la profundidad es mayor. La
arena le cubre hasta las rodillas. El sol se derrite y ella con él. Intenta
aliviar la sequedad de la tráquea. Se le desfigura el gesto. Le arde el
esófago. La temperatura supera los cuarenta grados. Apenas puede respirar. El
sonido de la inhalación le provoca arcadas. Decide cerrar toda entrada de aire,
como si estuviera enfadada. Pero a los treinta segundos se rinde.
Ahora el camino es una lucha contra el
sablón; en este instante tan blanco que fulge y se estrella contra su iris. No
puede volver a mirarlo de frente. Fija la vista en la bolsa. Levanta el pie
derecho y consigue sacar toda la pierna del encierro. Extiende unos centímetros
hacia adelante y se hunde hasta el abdomen bajo. Ya no oye el estómago.
Su objetivo se le antoja lejano. Las
distancias a veces engañan ―lo que tenemos en frente puede estar más lejos de
lo que pensamos y viceversa―. La bolsa está cerca y está lejos. La arena le
cubre hasta el pecho. Silencio. Ni un ave, ni una brisa. El corazón, sabuloso,
ha quedado atrapado. Ya no hay latido. Los ojos se le abren de par en par.
Intenta salir. Se zarandea, inútil. Vuelve a sacar la lengua. Se moja los
labios sin parar. Poseída, rodea el contorno. Está deshidratada. Hambrienta.
Piensa que va a morir. Ahí. En mitad de la nada devorada por un montón de
partículas níveas.
Los granos le han alcanzado la boca. En
la superficie solo asoma una parte de la cabeza. La bolsa. «¿Y la bolsa?», se
pregunta. La tiene delante. Pero en la bolsa no hay más que arena. Tiene una
única opción para sobrevivir. Sopesa la situación: un paso más la sepultará por
completo. No tiene nada que perder.
Cierra los ojos, acorta la distancia.
El plástico le queda a dos milímetros de las fosas como túneles y el tabique
enjuto. Se prepara para su cometido: inspira con intención, abre aún más los
agujeros, y esnifa el contenido.
El corazón le vuelve a latir. Fuerte.
Frenético. El sonido cubre todo el espacio. Las dunas tiemblan. Ella imita el
movimiento. Se agita nerviosa y dirige la vista hacia todos los lados en busca
de respuestas. Entonces, todo estalla por los aires.
Con cada centímetro de piel cubierto de
condena, sale disparada hacia el cielo como un cohete. Deja atrás el desierto.
Las dunas se deforman. Se convierten en olas de un mar incierto mientras ella
navega por el infinito. Llega hasta el sol, se abraza a él como si hubiera
llegado a un refugio, y se quema viva.
¿Qué os ha parecido? ¿Qué título le pondríais vosotros? Además, si os ha inspirado a escribir algo relacionado, o no, ¡ponedlo en los comentarios! ¡Os leo!
Nos leemos y escribimos el próximo domingo con más títulos e historias. Gracias❤️
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Que sepas que estoy aprendiendo mucho de ti con tu forma de describir sensaciones, escenas, como aquí.
ResponderEliminarLas frases cortas dan otro rollo y le viene bien a esta historia, en mi opinión como lector 😊.
😘
Ay, mi Antonio. Muchas gracias por tu apreciación a esas frases cortas. Tu opinión como lector cuenta, ¡y mucho!
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