El hombre que tenía tanta prisa que nunca llegaba a tiempo

Como bien sabéis por la publicación de Instagram (@claudiatevarcrespillo), el proceso creativo de este relato ha sido inusual. Estaba haciendo la cama y de repente me vino a la cabeza el título, el cual, debo decir, me parece muy bueno. Pensé que podía construir una historia a partir de ahí y he aquí el resultado.😊

Para vosotros, escrito con todo mi corazón y todo mi cariño, 

Claudia Tevar Crespillo

Posible título: El hombre que tenía tanta prisa que nunca llegaba a tiempo 

Le suena el despertador a las cinco de la mañana como todos los días. Se sobresalta y se levanta de la cama para apagar la alarma que dejó colocada en el mueble del pasillo la noche anterior.

Comprueba la hora: 05:01. «No llego, no llego», musita. Corre al baño, se echa agua fría en la cara y se detiene un solo segundo a mirar su aspecto reflejado en el espejo que debería limpiar, pero no tiene tiempo. Aún puede descifrar sus facciones alrededor de miles de gotas secas que opacan el cristal.

Se retira las legañas amarillentas del lagrimal, se lava los dientes con un cepillo cuya cabeza parece un diente de león de lo gastadas que estás las cerdas, y se enjuaga la boca con colutorio. Hace gárgaras y lo escupe como si estuviera, de hecho, escupiendo a su mayor enemigo. El líquido pica demasiado, pero no tiene tiempo de comprar otro. Al peinarse constata que las entradas de la frente se le han prolongado unos centímetros y ya no hay manera de ocultarlas.

Vuelve a su cuarto, mira el reloj: 05:11. «No llego, no llego». Abre el armario, la leonera más bien, y coge, no sin antes dejar caer tres prendas que abandona en el suelo, una camiseta de tirantes y un pantalón de chándal de media pierna. Se enfunda los tenis, los ata con ímpetu, tanto que se ve obligado a aflojarlos, alcanza la mochila que dejó preparada por la noche con una muda y lo necesario para ducharse, y agarra las llaves para lanzarse al coche.

Rumbo al gimnasio el reloj de la pantalla de su nuevísimo Tesla marca las 05:30. «No llego, no llego». Pone un pie en el suelo de caucho y empieza su rutina con peso muerto. Le mete tantos discos a la barra que, cada vez que la levanta del suelo, parece que va a partirse por la mitad. Suda, se seca el sudor de las entradas, bufa, respira muy fuerte, como un toro, y vuelve a flexionar y extender las rodillas. En la última repetición suelta el metal exhausto, como si quemara, y chilla del esfuerzo. Todo el gimnasio pone la atención en él, hasta las señoras de aquaeróbic, enfundadas en bañadores y gorros que parecen preservativos, han girado la cabeza en dirección a la sala de pesas.

Una vez terminada su rutina, se dirige al vestuario. Observa a los tres hombres que también están allí en busca de algún músculo que esté menos marcado que el suyo. Comprueba que es el más fuerte de todos y entonces se desnuda. De la taquilla saca una toalla, un par de chanclas y un bote de champú anticaída. Con el falo moviéndose de un lado a otro de manera ostentosa, como si su desnudez fuera un trofeo, se mete en un cubículo rectangular y deja correr el agua helada. 

Se seca rápidamente, deja que el pelo se le seque al aire. Se viste, rodea la muñeca con la correa de oro de la marca Rolex y lee las agujas como si estuviera resolviendo un acertijo. Al cabo de unos minutos al fin constata que son las 06:55. «No llego, no llego».

Vuelve a montarse a la tapicería y conduce hacia la oficina en la que trabaja como contable para una empresa privada. El tráfico de la primera hora la enerva, le tiembla el cuerpo como si estuviera en una atracción de feria, se le hincha la vena del cuello y le entran unas ganas irrefrenables de pegar; a lo que sea con tal de canalizar la tensión de una caravana fuera de control. Le da un manotazo al volante. Pita como si la fila de coches fuera entera responsabilidad del que tiene delante y, finalmente, se rinde.

Enciende el reproductor de música. De entre el repertorio de su lista de canciones selecciona Running out of time de Serukesessions. «No llego, no llego». A través de la luna observa el juego de luces rojas que parecen bombas a punto de estallar. El cielo está despejado por completo. Los coches son las nubes y su reloj el sol.

Entra en la oficina a las 07:40. Su turno empieza a las 08:00. Sin embargo: «No llego, no llego». Sube los escalones de las escaleras de dos en dos hasta la sexta planta. Nunca sube por el ascensor. Se sienta en su escritorio aún tenso, la vena sigue hinchada, apenas respira y el entrecejo se mantiene enfurecido, marcando una gran línea.

A las ocho horas sale disparado por la puerta hasta su Tesla. De nuevo se ve inmerso en una cola de piezas monstruosas con cuatro ruedas que, esta vez, se niega a soportar. Pita sin cesar, los otros conductores le insultan, se pega al culo del de delante y profiere él también improperios. Son las 16:25.

Pone un pie en su casa a las 17:00. El silencio de no haber llegado a tiempo le pesa en la espalda. Se le hunden los hombros, la mirada le cae hacia el suelo y decide salir a correr para escapar de su promesa incumplida. La ropa que había dejado sobre las losetas ha desaparecido y el espejo está impoluto. Antes de salir por la puerta se asegura de que tiene las suficientes horas por delante para estar de vuelta a las 20:30.

Elige una ruta circular de dos horas que queda a veinte minutos a pie. Trota hasta el punto de partida y comienza su marcha. Al cabo de una hora hace una pausa. Observa el paisaje. Ahora sí respira. Disfruta del entorno, de la naturaleza. Está rodeado de pinos que llegan hasta el cielo, de flores silvestres y vislumbra un pantano a lo lejos. Escucha el zumbido de los mosquitos, el aleteo de los pájaros y el ulular de un búho que anuncia el anochecer. El crepúsculo baña la copa de los árboles tintándolos de un verde oscuro. El cielo se tiñe de fuego. Un espectáculo para sus ojos que llevan media hora en reposo.

Retoma la ruta. Descifra la hora del reloj: 20:30. «Mierda. Ya no llego». Corre de vuelta. Son las 22:00. Abre la puerta apresurado. El silencio de no haber llegado a tiempo le golpea invisible. Camina hacia la cocina a por un vaso de agua y se encuentra con la cena preparada. Dirige sus pasos hacia el cuarto con la esperanza absurda del que sabe que lo ha perdido todo, y constata su derrota: ahí está su mujer. Ya dormida, esperándolo sin esperarlo.

¿Qué os ha parecido? ¿Qué título le pondríais vosotros? Además, si os ha inspirado a escribir algo relacionado, o no, ¡ponedlo en los comentarios! ¡Os leo!

Nos leemos y escribimos el próximo domingo con más títulos e historias. Gracias❤️

Todos los derechos reservados. La copia del texto para fines creativos/comerciales y/o concursos queda prohibida.

Comentarios

  1. Aunque no lo pude comentar antes, lo que me quedó sobre todo de este relato fue la sensación que me creó de estrés, apresuramiento, velocidad. No se si sería tu intención pero la historia lo reclamaba y lo consiguió conmigo jeje.
    P.d. Necesito releerlo porque el final me dejó desconcertado.
    😘

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    1. Sí, era mi intención!! Jejeje. Si te lo vuelves a leer y no lo terminas de entender, escríbeme que a lo mejor no he sabido transmitir bien la idea 😊

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  2. Sentí nitidamente la claridad de las escenas y sobre todo sentì mucha presion en el pecho por la prisa que transmite el personaje, pude verlo, lo vi por todo el tiempo este hombre nunca "en tiempo" que nunca llega, me gustó mucho porque en el fondo esta sensación partenece a tod*s hasta que la transformamos...
    Y por el final me dejó entre el "que pena que no se da cuenta que no tiene que llegar en ninguna parte y en ningun momento, porque ya llegó a experimentar una forma de amor" ( que seria su mujer que le hace encontrar la cena cuando vuelve) y la otra sensación de decir " creiendo que no llega nunca, no llega tampoco a apreciar lo que ya tiene, y su mujer lo espera sin ganas de abrazarlo" y hay otra sensación sobre el final que es que su mujer lo espera sin esperarlo en sus prisas y tiempos, simplemente ella esta a su lado y mientras duerme ya en la cama, siguiendo con su vida, una parte de ella está ahí porque lo ama, así como es, y el no se da cuenta que de verdad no tiene que llegar en ningun lado fisico si no que tiene que llegar dentro de su mismo.

    Grazie Bella!

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    1. Grazie a te, sempre!!! Qué buena interpretación del relato, Giorgia. Me ha hecho mucha ilusión tenerte por aquí. Gracias por leer!!!😊😊

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