En la sucesión de mis días

Como bien sabéis por la publicación de Instagram (@claudiatevarcrespillo), os vais a encontrar con un texto distinto. Solo os puse la pista de un avión, pero en realidad no tiene nada que ver. Seguid leyendo para descubrir de qué se trata.

Para vosotros, escrito con todo mi corazón y todo mi cariño, 

Claudia Tevar Crespillo

Posible título: En la sucesión de mis días

En la sucesión de mis días, se acontece un conflicto permanente adherido a mi dermis como una cicatriz; invisible para el que no la ha vivido. Pero para mí, tan latente, tan abierta como el primer día en que me relacioné con el sexo opuesto. «Opuesto» significa «en comparación con» y ese opuesto son los hombres en comparación con las mujeres. El conflicto permanente es una figura masculina que, si se me permite, para mí está determinada por unos genitales, masculinos, y unos comportamientos, también masculinos.

Así, en la sucesión de mis días, observo un avión, dejando un rastro lineal de gases con sustancias tóxicas, y me acuerdo de aquel chico con el que me besé en la cima de una montaña. El mismo que después me infligió gaslighting o, en español, «desaparición deliberada por no tener los huevos suficientes para hablar como adultos y, encima, hacerte creer que estás loca». Es que en inglés las palabras son más cortas.

Así, en la sucesión de mis días, voy a comprar al supermercado, paso por el pasillo del café, contemplo las infusiones y los tés, y me acuerdo del chico con el que me besé en un mirador frente a la pista de aterrizaje del aeropuerto. El mismo que tenía tanto ego que después de juntar nuestros labios me preguntó: «Nadie te ha besado como yo, ¿verdad?». Como si yo no hubiera hecho nada.

Así, en la sucesión de mis días, al cocinar tortilla francesa, me invade el recuerdo del chico de sonrisa amable que resultó ser un psicópata. Con él descubrí que hasta los huevos de las gallinas pueden originar una discusión. Solo diré una cosa: hazte la tortilla como te dé la real gana. Que no te coman la cabeza explicándote que con un chorrito de leche sale más rica.

Así, en la sucesión de mis días, escucho frutilla, durazno y pelotudo y se me ponen los vellos como escarpias.

Así, en la sucesión de mis días, camino por el paseo marítimo y me traslado a un baño, a una noche de alcohol, baile e infidelidad. Infidelidad él, obvio. Aunque las mujeres también son infieles.

Así, en la sucesión de mis días, oigo la sirena de los bomberos a kilómetros y recuerdo el peor polvo de mi vida. El fuego más apagado jamás presenciado.

Así, en la sucesión de mis días, salta en mi playlist Que Lo Nuestro Se Quede Nuestro e intento que la canción me emocione, pero está vinculada a un tumor humano que aún sigue vivo, alimentándose del cuerpo de otras mujeres.

Los recuerdos son tantos que se me agolpan en la mente formando un amasijo inescrutable. Los hombres de mi vida son una masa madre, que sale a borbotones del bote, dejándolo todo pringoso, para al final ser solo pan. Un pan que ni siquiera sienta bien ni es saludable, si se me permite de nuevo verter opiniones sin fundamento y cargadas de una verdad absoluta.

El factor común de mi conflicto permanente reside en el olor. Ese aroma a seguridad, proveniencia, amor, fuerza. Los hombres huelen a sudor y a limón. Son la limonada de verano y el calor del invierno. El problema es que a mí no me gusta la limonada y soy calurosa. Yo quiero cerezas y una ducha helada. Y solo me topo con el amargor astringente que te amarga el gesto, que te evidencia las arrugas y te quita las ganas de comer.

Ya no tengo hambre y parece que va a peor. A peor los hombres y yo. Me he convencido de que debo tener una figura a mi lado para sentir que pertenezco al mundo y que el mundo, en consecuencia, me constate. Mas lo único que he conseguido ha sido toparme con muros, unos más fuertes, otros más débiles, algunos desiguales, otros aparentemente perfectos, con protuberancias, sin ellas, con el ladrillo ―los defectos― a la vista, camuflados, seguros, inseguros… con los que únicamente me he golpeado.

¿Lo peor de todo? No conozco a una sola mujer que no se haya topado con un avión, con un mirador, con unos huevos, con un argentino narcisista que te destrushe la autoestima, ché, con una playa, con un fuego o con una enfermedad. Ni una. ¿La solución? Coger el tren, ser vegana, ir a la piscina y cambiar de nacionalidad.

Cuando un conflicto es permanente, en realidad carece de solución, pero por verter algo de luz a este desahogo asfixiante, diré que un poquito de pan no hace daño. Solo hay que tomar la cantidad justa y escoger bien qué llevarnos a la boca.

¿Qué os ha parecido? ¿Qué título le pondríais vosotros? Además, si os ha inspirado a escribir algo relacionado, o no, ¡ponedlo en los comentarios! ¡Os leo!

Nos leemos y escribimos el próximo domingo con más títulos e historias. Gracias❤️

Todos los derechos reservados. La copia del texto para fines creativos/comerciales y/o concursos queda prohibidaRelato inscrito en el Registro de la Propiedad Intelectual.

Comentarios

  1. B E L L I S S I M O. GRACIAS BELLA POR LA BELLEZA Y LA SIMPLICIDAD QUE LE PONES EN EXPLICAR GRANDES TEMA DE LA VIDA, COMO LA PLAYA, EL FUEGO, EL AVIÓN Y TODO EL RESTO.
    ME HA ENCANTADO.

    EL TITULO QUE LE DARÍA SERÍA UN
    "GRACIAS Y A TOMAR POR EL C*LO ESTÁ AL FONDO A LA ISQUIERDA!"

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    Respuestas
    1. Jajajaja me encanta el título, Gio. Muchas gracias por tu comentario, bella.

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