Un beso en la frente
Como bien sabéis por la publicación de Instagram (@claudiatevarcrespillo), el tema del relato de este domingo surge a partir de unas flores de jazmín. Realmente no voy a hablar ni del jazmín, ni de la primavera, ni del verano. Sencillamente han sido objeto de inspiración para este relato. Ciertamente, me paso el día inventándome historietas. Hasta la cosa más nimia me sugiere algo
En este caso, sucedió hace unas semanas cuando vi unos ambientadores con la forma de la flor de jazmín y el resto es historia.
Escrito con todo mi corazón y todo mi cariño, para vosotros, Claudia Tevar Crespillo.
Posible título: Un beso en la frente
La
casa era oscura a más no poder. Allí no existía ni el día ni la noche. Todo era
de color blanco nuclear, de ese color que emitían las bombillas led. Había una de
esas en el salón-cocina, en el cuarto de baño y en el dormitorio. Tan solo una
única ventaba presidía aquel inmueble víctima de un mal plano arquitectónico.
¿El inconveniente? Estaba en el baño, era pequeña, rectangular y daba a un
Telepizza abandonado cuyo cartel publicitario cada vez tenía más desconchones
debido al deterioro causado por la exposición solar. Sí, ese sol que no se
dignaba a iluminar ni una sola estancia. Jamás había presenciado tal
discriminación efectuada por parte de la naturaleza con tanta frialdad.
Además
del tono albugíneo, abundaba el color negro. El carrito de la compra, la mesa, las sillas, el escritorio, el sofá. Las paredes estaban repletas de
álbumes de música cuyas portadas eran cuestionables. Desde Thin Lyzzy, pasando
por King Diamond, hasta Triana o un poster de Lole y Manuel, como no, en blanco
y negro.
A
primera vista evocaba la sensación de encontrase en un museo tétrico. Había
infinidad de objetos a cada cual más variopinto: recuerdos en forma de
fotografías, pulseras y pósits. Todos estaban dispuestos y ordenados
estratégicamente. Cada uno parecía tener un lugar y dirección concreto. Solo les
faltaba una etiqueta de identificación. ¿Me encontraba frente al despliegue de
un maníaco del orden? Seguramente sí.
Entonces
me sobresaltó el ruido de un avión. Si las puertas hubieran chirriado habría
salido pitando, pero todo estaba bien cuidado, impoluto y olía bien. Me aferré
a estos atributos para poder confiar en que no estaba en el sitio equivocado.
De
repente, «TODO ES DE COLOR» y unos ambientadores con la forma de la flor del
jazmín me sorprendieron encima del escritorio. «¿Color? ¿Dónde?», pensé. Esas
letras estaban grabadas con fuego en una pieza de cerámica que luchaba por
mantener un espíritu vivo en aquel lugar decadente. Los ambientadores, por su
parte, recordaban a las estaciones en que las noches tardaban más en llegar, a
alegría de vivir, a estar engolosinado al aire libre dejándote azotar por una
brisa con aroma a cariño. Ese cariño que solo una persona que tenía buen
corazón sabía dar. ¿El maníaco tenía buen corazón? Seguramente sí. Me conmovió que
dentro de todo aquel batiburrillo conviviera la esperanza.
Mientras
yo me dedicaba a escudriñar todo su hogar, él se estaba duchando. No era la
primera vez que iba, pero sí la primera que miraba con atención lo que me
rodeaba. Yo, que era de mente creativa y dramática que todo lo exageraba, me
divertí inventado en mi cabeza que su casa era una oda al infierno. Sin embargo,
en el fondo sabía que no era así.
Sí,
no había ni una pizca de luz natural, pero no era su culpa. Sí, abundaba el negro,
pero ¿qué malo tenía? Sí, tenía un montón de cosas, pero eran suyas y las tenía
mejor conservadas que cualquier otra persona que hubiera conocido. Sí, el
Telepizza estaba ahí, pero mejor un restaurante que un vertedero. Sí, todo
estaba súper organizado, pero nunca me había impedido desbarajustarlo. Lo que sucedía
era que sin dramatismo no había relato. Aquellas paredes eran su refugio y,
como refugio que era, se había preocupado por ponerlo a su gusto. Qué quieres que te diga. Eso, eso no
lo se lo podía quitar nadie.
Para
rematar, un beso en la frente. Acostados en la cama, a oscuras, con un olor
cálido ―aquel que solo los cuerpos que se habían tocado emanaban―. El surgir del
erizamiento de mi piel y la curva ligera de mi sonrisa dejaron claro que en aquel
apartamento no existía otra cosa que no fuera el afecto y el mimo, que nacían
del cuerpo de un hombre atento, delicado y muy buena persona.
Al final, la casa no estaba tan mal, ¿no?
¿Qué os ha parecido? ¿Qué título le pondríais vosotros? Además, si os ha inspirado a escribir algo relacionado, o no, ¡ponedlo en los comentarios! ¡Os leo!
Nos leemos y escribimos el próximo domingo con más títulos e historias. Gracias❤️
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"Hogar"
ResponderEliminarA veces, nos centramos demasiado en las cosas materiales, cuando es el corazón y la tranquilidad quien decide a que "lugar" y/o "persona" decide convertir en "HOGAR".
Me encantaría saber el proceso de inspiración que tuviste para, a través de un jazmín llegar a ese relato.
¡Totalmente de acuerdo contigo! Muchas gracias por el título (: En cuanto a lo segundo... ¡Un buen maestro nunca revela sus trucos! ¿O sí?
EliminarExpectante al mundo se me ha adelantado porque también me encantaría saber qué ha pasado por esa cabecita tuya para ir de un ambientador de jazmín a esta maravilla. Cuando te digo genia es por algo.
ResponderEliminarTambién me sumo al título alternativo de "Hogar" y el tuyo me encanta porque encierra la idea de todo el relato.
Envidia (de la asquerosa además) de tu capacidad imaginativa de descripción.
P.D. la semana anterior conticinio, ahora albugíneo. La verdad es que te lo estás inventando a que sí?😜
😘
Ja, ja, ja. Te como tu cara Antonio querido. En cuanto a las palabras... La RAE me ampara jajaja. Te voy a desvelar un secreto. Me estoy pasando mis vacaciones cual friki aprendiendo nuevas palabras. Mientras leo, cuando no reconozco alguna, me la apunto en una libreta y después voy surcando de un término a otro por internet. La verdad es que, de no ser por escribir, no las hubiera usado nunca jajaja. ¡Muchas gracias por secunda el título de Expectante del Mundo! (:
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